El martes pasado, al hilo de la reseña del libro Martes con mi viejo profesor, de Mitch Albom, hacía en Instagram una encuesta para saber si os atraían o no libros de temas duros como ese (que trata del proceso de una persona con una enfermedad neurodegenerativa progresiva como es la ELA). De las personas que respondieron, un 56% dijo que sí, que leían libros de este estilo, y el resto respondió que no.
Me apetecía saber si preferís evitar en vuestra lista de lecturas cuestiones dolorosas porque a mí, desde hace años, me encantan los libros que me hacen reflexionar sobre ellas, aunque me den respeto. Me pesa más la curiosidad de entender cómo vive alguien una situación así que la resistencia de mi cerebro a afrontar pensar sobre el tema.
En una entrada de hace un tiempo en la que hablaba sobre autores japoneses reflexionaba acerca de lo tristes que son sus obras, en las que la muerte es algo recurrente, pero también lo son la felicidad, el amor, la familia y la amistad. En estos libros, aparentemente pesimistas, es una constante la búsqueda de la identidad y de la felicidad. Lejos de ser textos tristes o deprimentes, arrojan reflexiones para los que se quedan y apuestan por la vida, a pesar de las dificultades. Son novelas escritas para los que creen en el amor, en la amistad y en la existencia en general.
En aquel momento, me preguntaba también si era posible que esos libros tan tristes pudieran tratar acerca de la muerte y del sentido de la vida a la vez. Y llegué a la conclusión de que sí. Para mí, es totalmente complementario. No se puede entender la una sin la otra, pero puede que una de las cuestiones en las que tengamos que trabajar es en aprender más acerca del dolor y de la muerte, tratados como temas tabú y oscuros. ¿Por qué no nos interesamos más por ellos? Porque da miedo. Sí, lo sé, a mí también, pero igual es por eso por lo que me produce una gran curiosidad y leo este tipo de historias.
El legado del que se va
En Martes con mi viejo profesor, Morrie Schwartz, enfermo de ELA, dice algo así sobre la muerte: Morirse es natural. El hecho de que hagamos tanto alboroto al respecto se debe por completo a que no nos vemos a nosotros mismos como parte de la naturaleza. Pensamos que estamos por encima. Pero en la naturaleza todo lo que nace, muere. Sin embargo, somos diferentes de una planta. Las personas podemos amarnos los unos a los otros y recordar el sentimiento de amor que hemos tenido. Podemos morirnos sin marcharnos del todo. Todo el amor que has creado y los recuerdos seguirán ahí y porque viven en los corazones que has conmovido.
En un momento del libro, Mitch le pregunta a su profesor por qué la gente mayor repite mucho la expresión “¡Ay, si volviera a ser joven!” Y él dice lo siguiente: De ahí se deducen vidas insatisfechas, no realizadas, que no han encontrado un sentido. Si estás luchando siempre contra el envejecimiento, vas a ser siempre infeliz, porque te va a llegar en todo caso.
Gracias por remover mi cerebro, Eduard Punset
La clave, como decía Punset, está en recordar que “hay vida antes de la muerte” y no esperar a que llegue algo mejor, porque eso es una mentira como una casa. Es muy famosa la frase de Punset que dice que “la felicidad está escondida en la sala de espera de la felicidad” y lo que pasa es que cada vez nos estamos centrando más en cuestiones materiales de las que esperamos que nos devuelvan el abrazo. “Pero esto no da resultado nunca”, apuntaba Morrie.
Hace años leí El viaje a la felicidad, de Eduard Punset y entonces llegué a la conclusión de que el viaje a la felicidad es la vida misma y que, si quieres ser feliz, puedes serlo, siempre viviendo desde el presente. Por cierto, que fue Punset quien me introdujo en estos temas y uno de los primeros autores que me ayudó a superar una fase de crecimiento en mi vida. Así que “gracias, Eduard Punset, has removido muchos cerebros, entre ellos el mío”.
Y acabo otro post más hablando de la felicidad, de la vida y de la muerte. Será, como dice Morrie que “cuando aprendes a morir, aprendes a vivir”.
Por si quieres leer algún libro de esta temática…
- También esto pasará, de Milena Busquets
- Un final para Rachel, de Jesse Andrews
- Si decido quedarme, de Gayle Forman
- La muerte: un amanecer, de Elisabeth Kübler-Ross
- Tokio Blues, de Haruki Murakami
- Los amigos, de Kazumi Yumoto
- Brooklyn Follies, de Paul Auster
- Señora de rojo sobre fondo gris, de Miguel Delibes
- Biblioterapia: Autores nipones, muerte y la búsqueda del sentido de la vida