Cuando éramos pequeñas, por finales de los 80, mi hermana y yo salíamos de vez en cuando con mi padre a tomar el aperitivo. Normalmente, íbamos al bar de debajo de mi casa, que tenía un cartel en la entrada que ponía “Bar Sayagues”. Como nunca entendimos bien el nombre (siempre me pareció que le faltaba la diéresis), nosotras siempre decíamos que bajábamos donde Marcelino, el dueño, y allí descubrí una de las comidas que más me chiflan: los boquerones en vinagre. La Tere, la mujer de Marcelino, los hacía ella misma en un office tan pequeño como un armario de...