Las bicicletas son para el verano, de Fernando Fernán Gómez

Las bicicletas son para el verano

Serie “Al murmullo del ventilador” | Capítulo 3: Verano en Madrid | 

Este año me toca pasar el verano en Madrid, sin vacaciones, algo que se está convirtiendo en una tradición. Las circunstancias de la vida, supongo. Pero quedarse en Madrid en esta época también tiene sus ventajas. Por lo general, los atascos y las masificaciones se trasladan unos 400 kilómetros al este y por aquí todo se queda más vacío, sobre todo durante las horas centrales del día, en las que las calles arden.

Mentiría si dijera que no me gustaría pasar estos tórridos días de calor, por ejemplo, en mi viaje platónico a Islandia pero, al fin y al cabo, aquí tampoco se está tan mal. Sobre todo, si me paro a pensar y retrocedo justo 83 años en el tiempo, a los días 17-18 de julio de 1936, cuando un suceso muy gordo marcaría definitivamente el verano, el año y la vida de mucha gente: estallaba la Guerra Civil Española.

Julio de 1936. A Luisito, el protagonista de Las bicicletas son para el verano, de Fernando Fernán Gómez, le ha quedado la Física aunque, a pesar de eso, él quiere que su padre le compre una bicicleta para pasar el tiempo con sus amigos y salir con una chica.

DON LUIS (padre): […] Cuando apruebes, tienes la bicicleta. Es el acuerdo al que llegamos, ¿no?
LUIS (hijo): Sí, pero yo no me había dado cuenta de lo del verano. Las bicicletas son parael verano.

Sin embargo, el panorama político del año 1936 desembocó en el comienzo de la Guerra Civil en pleno mes de julio y los planes de Luis, y de tantos otros, se vieron interrumpidos, y truncados.

De nuevo en este texto, escrito para teatro en 1977, se presenta como en Nada, de Carmen Laforet, y en La Colmena, de Camilo José Cela, a un elenco de personajes corrientes, que son los que nos cuentan, desde su historia personal, la Historia con mayúsculas. A esto lo llamó Unamuno la intrahistoria y la Real Academia Española lo define así: “vida tradicional, que sirve de fondo permanente a la historia cambiante y visible”.

Con la llegada de la guerra, don Luis, el padre de Luis, ve peligrar su puesto de trabajo; doña Dolores, la madre de Luis, sufre porque cada vez tiene menos con que alimentar a su familia; Manolita, la hermana de Luis, ve truncado su sueño de actriz; a doña Antonia, la vecina, le matan a un hijo y al otro lo mandan a combatir; a la familia de Pablo, el amigo de Luis, acabada la guerra le sonríe el destino por estar en el momento justo en el sitio adecuado.

No obstante, a diferencia del halo gris que envuelve la intrahistoria de Nada, los personajes de Las bicicletas son para el verano siempre muestran cierto optimismo (todo el que se podría tener en una situación como aquella). A lo largo de toda la obra hay referencias a su esperanza  (principalmente la familia de Luis y los vecinos) por que todo termine pronto y rápido, aunque progresivamente, según avanza la guerra, más larga de lo que esperaban, se va notando cómo cala negativamente en ellos la situación: inestabilidad laboral, pérdida de estatus, miedo, hambre, e incluso muerte.

Esta obra de Fernando Fernán Gómez me ha sorprendido muy gratamente. Es fácil de leer y refleja una época de la que mucho sabemos en general, pero que formaron pequeñas cosas que no leemos en los libros de texto, como que las lentejas se convirtieron en el símbolo de la resistencia; que hubo un bombardeo de pan en Madrid para dar la sensación a la población cercada y hambrienta de la abundancia de los sitiadores; que se declararon nulos los divorcios y los matrimonios en la zona republicana una vez concluida la guerra; o que todas las papeletas de examen y títulos académicos expedidos durante la Guerra Civil fueron anulados.

DON LUIS (al término de la guerra): Pero no ha llegado la paz

Luisito: ha llegado la victoria.

Si te gusta este libro, también te gustará…

Si te ha gustado el capítulo de la serie “Al murmullo del ventilador”, te recomiendo estos otros libros de temática similar.

  • Historia de una maestra, de Josefina Aldecoa. Gabriela es una muchacha de un pueblo de Castilla que ha estudiado para maestra en la Escuela Normal. Con la ilusión propia de los jóvenes, la fuerza, las ganas y una fe enorme en la educación, inicia, en época de la Segunda República, su vida laboral en diversos pueblos rurales de España en los que encuentra pobreza, marginación y pocos recursos, pero niños y adultos en su mayor parte dispuestos a aceptarla y a aprender.
  • Nada, de Carmen Laforet. Hay mucho escrito sobre la Guerra Civil y la posguerra española, pero lo que hace particular a esta novela de Laforet, como a La Colmena, de Camilo José Cela, es el punto de vista desde el que se cuenta la historia: es la gente vulgar, son los protagonistas en silencio los que toman la voz y nos narran cómo se vivió esta época. Solo hace falta entrar en el piso de la calle Aribau para extrapolar toda esa pobreza y el sentimiento de desolación de los personajes para trasladarlo a las calles. Me imagino la casa de Andrea, la protagonista, grande, muy grande, enorme. Pero también desolada, vieja, sucia y gris. Apena entra luz  por las ventanas y el ambiente, como el mismísimo libro en sus últimas páginas, se convierte pesado, va de más a menos, justo como las esperanzas de Andrea.
  • Sostiene Pereira, de Antonio Tabucci.  La etapa histórica que retrata Sostiene Pereira se sitúa en plena dictadura de Salazar, en el año 1938, en Portugal. En este momento, la cosa estaba delicada para los periodistas, con  terribles consecuencias para aquellos que se atrevieran a publicar algo inapropiado. No obstante, la autocensura entre ellos estaba a la orden del día. Pero a Pereira todo esto le pilla lejos: periodista, director de la sección cultural del Lisboa, un humilde periódico vespertino lisboeta, vive ajeno a los acontecimientos políticos y a la parte más dura de la represión de la dictadura de Salazar. Hasta que Monteiro Rossi, su ayudante, lo pone todo patas arriba, provoca un cisma en su existencia y termina poniendo patas arriba todo el convencionalismo en el que vive.
  • Alguien dice tu nombre, de Luis García Montero. No tengo a mano la enciclopedia de la Editorial Universo para ver cómo define cada una de estas palabras. Pero, desde luego, me puedo imaginar a los comerciales de la delegación de Granada frente a mí haciendo el relato. Especialmente a Vicente, ese personaje secundario que todo lo inunda. A su lado, sentada muy recta, con una chaqueta fina de punto por encima de los hombros y gafas de pasta, está Consuelo, la secretaria. El recién llegado, León Egea, mira, observa, opina, saca conclusiones. Pero en esta novela de Luis García Montero, nada es lo que parece. Tiene forma de novela y, sin embargo, es pura poesía. Te enreda en el universo de una trama aparentemente sencilla para después descolocarte por completo en las últimas páginas.
  • La historia de mi primer reportaje: Memorias de la Guerra.
Volver arriba