Didion nació en 1934 en Sacramento, California, y durante toda su vida ha estado tan ligada a sus raíces que se la considera la cronista de la costa oeste de Estados Unidos. Comenzó su carrera profesional en Vogue. “Recuerdo que un día, aislados por la nieve, mi madre me dio algunos ejemplares de Vogue. En sus páginas había un concurso, el Prix de Paris, que ofrecía un trabajo en París o Nueva York para el ganador”, cuenta Didion. Se presentó, lo ganó y, por un tiempo, se fue a Nueva York a trabajar para esta revista.
Su primer artículo lo escribió para llenar dos páginas que quedaban libres después de que otro escritor no publicara otro texto de la misma temática. Se titulaba El amor propio. Su origen, su poder. Fue a portada en el número de agosto de 1961. Poco después, Didion publicó su primera novela, El río en la noche, de la que ella misma dijo que leerían solo un puñado de personas, y también comenzó a trabajar para otros medios de la talla de New York Magazine y The New York Times.
En 1964 se casó con el amor de su vida, John Dunne, también escritor. “No podría haber estado con nadie que no fuera escritor porque esa persona no habría tenido paciencia conmigo”, diría ella. Además de la pasión por la escritura, compartieron proyectos y cuentan que ninguno de los dos publicaba nada si antes no lo había revisado el otro, a pesar de que sus estilos eran muy diferentes. Se separaron físicamente apenas unas cuantas veces en casi 40 años.
Didion y Dunne se convirtieron en padres tras adoptar a una niña a la que bautizaron con el nombre de Quintana Roo (el mismo nombre que lleva un estado mexicano): “No podíamos tener hijos, pero de repente nos ofrecieron uno (…) El teléfono sonó un día, yo me estaba duchando y rompí a llorar cuando John pasó a decirme que el obstetra que la trajo al mundo dijo: ‘Tengo una niña preciosa en Saint John’s’, eso dijo. Necesito saber si la queréis. Una hora después estábamos frente a las cunas de Saint John’s mirando a aquella niña (…). La pulsera de la muñeca no tenía nada escrito, salvo ‘SI, Sin Información’. No había duda. Esa niña iba a ser nuestra”.
El año del pensamiento mágico
Y es que, el 30 de diciembre de 2003, alrededor de las 9 de la noche, Joan y John volvían a casa del hospital, donde habían pasado la tarde visitando a Quintana, que estaba ingresada en coma con neumonía y un choque séptico. Ella preparaba la cena. Charlaban. Sin motivo aparente, él hizo unos gestos extraños que alarmaron a su mujer. Momentos después ella se percató de que algo iba mal. Efectivamente, John había sufrido un infarto del que no saldría con vida.
“La vida cambia deprisa. La vida cambia en un instante. Te sientas a cenar y la vida que conocías se acaba”, cuenta Didion en el libro.
A partir de aquí, Didion comienza una crónica aséptica que va ganando cuerpo a medida que pasan las páginas. Su objetivo es claro: tiene que buscar explicaciones a lo que pasó. ¿Pudo hacer ella algo para evitar la muerte de John? ¿Qué fue lo que le provocó el infarto? ¿Cuáles son los términos médicos exactos de lo que le pasó a su marido?
Durante la primera parte del libro se nota la angustia y la presión de Didion por buscar esas y muchas respuestas más. Pero ¿acaso se pueden encontrar explicaciones para todo? Probablemente no. “Hasta ahora solo había pasado por el dolor, pero no por el duelo. El dolor era algo pasivo. El dolor era algo que te pasaba. Pero el duelo, el acto de lidiar con el dolor, requería atención. Hasta entonces había tenido mil razones apremiantes para no prestar una atención que en oro caso sí habría prestado, para desterrar todos los pensamientos que me venían a la cabeza y dedicarle más adrenalina a la crisis abierta”.
Esas primeras páginas se tornan poco a poco en un relato en el que se entremezclan los recuerdos de tiempos pasados y de los últimos meses antes del fallecimiento de John, de la evolución de la enfermedad de Quintana y de reflexiones alrededor de cada una de las fases del duelo de una forma un tanto onírica. “El dolor por la pérdida nos resulta un lugar desconocido hasta que llegamos a él. Anticipamos (lo sabemos) que alguien cercano a nosotros puede morir, pero no imaginamos más allá de los días o semanas inmediatamente posteriores a esa muerte imaginada”.
Hablemos de duelo
Así que me puse a investigar por internet y di con el perfil de una persona que es terapeuta especializada en duelo y que actualmente se dedica a investigar para entender la muerte, el duelo y el acompañamiento. La escribí para preguntar si le gustaría responderme a algunas de las cuestiones que me rondaban la cabeza. Me dijo que sí y, por eso, te invito a leer la entrevista que hice sobre el tema.
📷 Joan Didion – De David Shankbone – Trabajo propio, CC BY-SA 3.0,
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