A finales del mes de abril comencé a adquirir el hábito de levantarme antes de mi hora habitual (que rondaba las 8 de la mañana). Lo hice por dos cuestiones: primero, porque me daba la sensación de que, trabajando en casa, no aprovechaba bien el tiempo; y, segundo, porque necesitaba hacer hueco para esas cosas que siempre dejamos para otro momento (especialmente el ejercicio).
En esos días también estuve leyendo el libro Qué hace la gente exitosa antes del desayuno, de Laura Vanderkam y recogí frases tan interesantes como esta: “Antes de que el resto esté desayunando, la gente más exitosa ya se anotó victorias cotidianas que le ayudan a acercarse a la vida que quiere tener”.
¿Qué hora es “antes del desayuno”?
Pero, ¿qué hora es “antes del desayuno”? El libro no fija una en concreto, aunque, por los casos prácticos que detalla, pude intuir que estaríamos hablando de entre las 5 y las 5:30 horas. De hecho, hay otro autor conocido, Robin Sharma (El monje que vendió su Ferrari), que ha publicado hace poco un nuevo trabajo titulado El Club de las cinco de la mañana.
Ellos (y no son los únicos) piensan que este momento del día es el idóneo para hacer aquello que nos gustaría. Pero, ¿por qué? Pues porque, básicamente, a esa hora nadie te buscará, no tendrás interrupciones ni distracciones, con lo cual, es tiempo que puedes dedicar a aquello que desees.
Esta teoría de las 5 de la mañana se sustenta también en el hecho de que, como las actividades que programas tienen un alto valor para ti, supondrán una inyección extra de energía para afrontar el resto del día. Y, por otro lado, dejarás de machacarte pensando que pasas otra jornada más sin ir al gimnasio.
Dice también Laura Vanderkam que los mejores rituales matutinos involucran actividades que no tienen por qué suceder y que tampoco tienen que pasar a una hora específica pero que, sin embargo, practicadas de manera regular, dan como resultado beneficios a largo plazo.
Ponte el despertador… ¡para irte a la cama!
Desde luego, en el mes de abril, yo no estaba preparada para despertarme a las 5 de la mañana (y la verdad es que a día de hoy tampoco) y terminé por programar mi despertador a las 7. Aun así, los primeros días mi cuerpo ofreció bastante resistencia, aunque la clave de por qué me sucedía esto era, principalmente, que no estaba durmiendo lo suficiente (te recomiendo que le eches un vistazo a la entrevista que le hice a Enfermero Morfeo). Es decir, si pretendes levantarte a las 7 de la mañana, tienes que echar cuentas para saber a qué hora deberías irte a la cama si se supone que las horas de sueño recomendadas en adultos son entre 7 y 8. La resta es muy sencilla: para cumplir el objetivo tenía que acostarme entre las 11 y las 12. Y así empecé a hacerlo, de manera progresiva, hasta que se convirtió en un hábito.
Cuando empecé a regular mis horarios la cosa fue mejorando. Creé una nueva rutina de mañana que consistía, sobre todo, en hacer algo de ejercicio, recoger la casa, ducharme sin prisa y desayunar de manera slow. A las nueve estaba lista para afrontar el resto de tareas “obligatorias” del día con los deberes hechos. Seis meses después, esta práctica está totalmente instalada en mi día a día y he dejado de sentir esa resistencia inicial y las ganas de remolonear “cinco minutos más”. He notado que soy más productiva, las ideas fluyen mejor y me siento orgullosa de mí misma.
Según Laura Vanderkam, la fuerza de voluntad que se necesita para que este ritual funcione se ejercita, y lograr que algo se convierta en rutina exige compromiso y paciencia al principio, pero después, gracias los hábitos cotidianos, se consiguen importantes progresos. Esto no quiere decir que no haya momentos de bajón, días en los que el cuerpo te pide descanso o situaciones que te impidan irte a la cama a la hora fijada. Como para todo en la vida, la flexibilidad es clave y lo único que debemos tener en cuenta en situaciones como esta es que no hay que tirarlo todo por la borda por un día, una semana o un mes. En cuanto te sientas preparada de nuevo, vuelve a la rutina; al fin y al cabo, mejor algunos días que ninguno.
Si te cuesta hacerlo sola, ¡hazlo en grupo!
Está claro que el factor psicológico influye muchísimo. La manera en la que te motivas para despertarte es fundamental y dar valor a las actividades por las que haces ese esfuerzo es un requisito para que las sábanas dejen de pesar. Pero, si, además, estás rodeada de gente que hace lo mismo que tú, ya tienes mucho ganado. Y, gracias a Instagram, yo empecé a madrugar con un grupo de chicas que compartía mi mismo propósito. Nos fijamos las 7 como inicio del día y, a esa hora, todas las mañanas, nos dábamos los buenos días y cada una después se dedicaba a sus tareas.
El grupo sigue activo y te invito a que me busques en Instagram (@reporteraliteraria) si te apetece unirte a nosotras. No dudes en preguntarme si te gusta la idea pero encuentras alguna reticencia mental. Nosotras tampoco lo hacemos perfecto siempre ni los siete días a la semana. Cada una lleva su ritmo, tiene sus propios objetivos, horarios y planes, como puedes leer en sus testimonios, pero es una forma de alentarnos y de compartir la experiencia.
Si te interesa este tema te he dejado en mi web, www.reporteraliteraria.com, más recursos y una plantilla que utilicé al principio para registrar mis avances y que puedes descargar de manera gratuita.