Entenderme según la teoría de la veleta

Hasta hace relativamente poco, tenía asociado ser un tanto veleta con un maleficio que arrastraba desde mi nacimiento y con el que debería vivir para el resto de mis días. Al fin y al cabo, el uso de esta palabra denota ciertos rasgos negativos (véase RAE veleta 4. m. y f. Persona inconstante y mudable).

En mi afán por desterrar esta cualidad, me he empeñado seriamente durante los últimos años en especializarme en actividades de lo más variopintas, en algunas con más suerte que en otras: deseaba con todas mis fuerzas encontrar esa vocación tan profunda y arraigada que observaba con cierta envidia en otros.

Probablemente, sir Ken Robinson me hubiera dicho que el problema es que no encontraba mi elemento, que es el lugar donde confluyen las cosas que te encanta hacer con las que se te dan bien y en el que solo aquellos que lo alcanzan logran un estado de plenitud que no se encuentra de otra manera.

Pero, después de mucho pensar y de estar a punto de resignarme a mi falta de vocación y a mi incapacidad para centrarme en algo para siempre, llegué a una conclusión a mi favor: ¿Dónde está escrito que tenga que dedicarme a una sola cosa? Ya os lo adelanto: en ningún lado.

El renacimiento de los polímatas

En una ocasión, hablando con Cynthia Bagué sobre este tema, me descubrió una charla TED gracias a la que conocí a Emilie Wapwick, la creadora del término multipotentialite. Básicamente, los multipotentialite (o multiapasionados como se dice en español) son personas que tienen muchos intereses e inquietudes creativas.

Wapwick cuenta que a la pregunta qué quieres ser de mayor, ella nunca pudo responder con algo concreto, pero no por falta de intereses, sino por todo lo contrario: tenía demasiados. “Comencé a notar este patrón propio de estar interesada en un área y de querer adentrarme en ella, y dejarme absorber, y querer llegar a ser muy buena en lo que fuera, y luego alcanzar ese punto donde empezaba a aburrirme”. Y, así, de forma cíclica, contaba.

Esto le creaba mucha ansiedad por dos razones: primero, porque no tenía claro cómo iba a hacer de aquello una profesión y, segundo, porque le preocupaba que aquella indefinición fuera un obstáculo para ella.

Durante la conferencia, Wapwick hace la siguiente reflexión: “Cuando alguien te pregunta quién eres, no puedes responder con 20 cosas diferentes […] no puedes ser un artesano de violines y psicólogo. Tienes que elegir”. Error. Bob Childs es ambas cosas. ¿Y qué me decís de Leonardo Da Vinci? Es la viva imagen del polímata del Renacimiento: pintor, anatomista, arquitecto, paleontólogo, artista, botánico, científico, escritor, escultor, filósofo, ingeniero, inventor, músico, poeta y urbanista.

Para mi gusto, está demodé esa visión romántica que nos han inculcado de que cada uno de nosotros tenemos una cosa que aportar a este mundo. ¿Quién ha dicho que esa cosa tenga que ser solo una? En el mundo que viene o, más bien, en el que ya estamos, la nueva moda es tener múltiples intereses.

La Veleta

Yo, desde luego, tengo muchos. Me gusta curiosear; me interesa lo que la gente construye con sus vidas; y sus experiencias; me sale ficción cuando necesito drenar sentimientos; preciso leer para analizarme, y para explicarme el mundo; me encuentro en el movimiento; me defino con la sostenibilidad en múltiples facetas; mi fe es la educación; y podría seguir, pero ya paro.

Todo esto, en este momento de mi vida, lo canalizo escribiendo y contando historias en mi carta digital, Veleta, que tiene un patrón de contenidos tan subjetivo como la periodicidad de su envío: cuando me cambia el viento (aunque cuando el viento es constante, envío cada dos domingos).

Te invito a que eches un vistazo al histórico de contenidos de la Veleta y a que, si te vibra, te suscribas para recibirlos en tu buzón de correo.

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