La historia de mi primer reportaje: “Memorias de la guerra”

No creáis que os voy a contar una historia del año de maricastaña. De la publicación de mi primer reportaje ¿solo? han pasado 12 años y “Memorias de la guerra” era el título con el que lo bauticé.

Estaba a punto de licenciarme y conseguí ese trabajo un día que repartía mi currículum en periódicos locales. En aquella ocasión, llamé a la puerta de Getafe Capital, una chica me abrió, cogió aquel papel con las cuatro cosas que había hecho hasta entonces y me dijo que esperara sentada en una sala. Era raro porque me había presentado sin avisar y, aunque aun no había estallado la crisis y la cosa no estaba tan mal como ahora, tampoco es que los trabajos para periodistas florecieran en todas las esquinas.

El caso es que aguardé unos minutos y la chica me dijo que pasara a ver al director. Me recibió un hombre al que podréis evocar si os digo que me recordaba a los periodistas de siempre, los de libreta y pluma. Se presentó como Santiago Erice y, tras hacerme unas preguntas, me invitó a pensar un tema sobre el que escribir y a llamarle cuando lo tuviese. ¡Ah! Y me detalló las tarifas que pagaban en un momento en que los becarios ya empezábamos a competir por hacer prácticas gratis.

Estuve un par de días dándole vueltas al tema y, finalmente, se me ocurrió que, como el reportaje saldría en el mes de abril, aprovecharía para escribir sobre el papel de Getafe en la guerra civil, que el 1 de abril de 2005 conmemoraba el 66 aniversario de su fin. Al director le pareció buena idea y me puse manos a la obra.

El resultado final no hubiera sido posible sin la ayuda de uno de los hermanos de mi abuela, Félix Antona. Él vive en Getafe desde hace muchos años y me presentó a César Navarro, médico y actualmente presidente del Ateneo de Madrid. La historia de César Navarro y de otro vecino de Getafe, Andrés Díez, me sirvieron como hilo argumental y para humanizar y contextualizar los datos históricos que encontré en bibliotecas y archivos (ya existía Internet, por supuesto, pero no al nivel actual ni para cuestiones tan especializadas como las que yo necesitaba).

Al ir profundizando en el tema me di cuenta de lo polémico que era y de las rencillas que existían todavía 66 años después. Me acuerdo de que mi entonces novio (hoy marido) me llevó en coche al Cerro de los Ángeles para poder hablar con el cura de la parroquia, ya que el Cerro fue un lugar estratégico de la contienda debido a su altura, y el hombre nos echó a voces diciendo que por qué teníamos que remover esas cosas. La cosa ya prometía.

Terminé de escribir el artículo y, unos días después, se publicó. Nunca había imaginado que se fuera a armar tanto revuelo por ese reportaje. Empezaron a llegar cartas al director y nos dimos cuenta de que las viejas rencillas no se habían olvidado. El tema estuvo coleando varios meses. La verdad es que lo pasé un poco mal: ¡la primera vez que hacía algo así y la que se había montado! Sin embargo, con el tiempo, me he dado cuenta de que no pude empezar de una forma mejor. Por eso lo recuerdo todo y con tanta nostalgia.

La gente del periódico quedó satisfecha con mi trabajo (después me encargaron varios trabajos más), y así fue como gané mis primeros 150 euros de periodista. Me gustaría aprovechar para dar mi agradecimiento a todos los que me ayudaron a dar este primer paso, entre ellos: al director del periódico, por darme tanta confianza y libertad en mi primer trabajo; a mi tío Félix, que se calzó sus zapatillas de deporte en cuanto le llamé; a César Navarro, que me dio ese testimonio tan espectacular y un apoyo tremendo; y a mi marido, que siempre me sigue en todos mis proyectos.

Y, ahora sí, este es el reportaje (y aquí otros escritos):


66 años después, se recuerda el papel de Getafe en la historia de la guerra civil

Memorias de la guerra

  • A pesar de ser por los años 30 un pequeño enclave que apenas comenzaba a industrializarse, Getafe fue un punto neurálgico y estratégico de la contienda española
  • Aquí se encontraban la Base Aérea, los Cuarteles de Artillería (donde hoy se sitúa la Universidad Carlos III) y el Cerro de los Ángeles, lugares donde se libraron ofensivas importantes en el transcurso de la batalla

Sesenta y seis años después, Getafe ha cambiado mucho. Ya nada recuerda a aquel pueblo hecho cascotes del 39 que relatan los más viejos del lugar. Pero, cada vez que recorremos la calle Madrid, pasamos por los Escolapios y la Universidad o subimos al Cerro de los Ángeles, volvemos a algunos de los que fueron escenarios importantes de la guerra civil. Muchos, los más jóvenes, lo desconocen. Otros, sin más, se resisten a recordarlo; algunos, como dice César Navarro, “lo podemos contar y lo contamos aquí…”.

Navarro es un hombre alto, canoso, de rostro amable y pasa los 70. Es uno de los vecinos más veteranos y populares del pueblo. Los que le conocen afirman que es una persona de mundo y muy preparada, que tiene respuesta para casi todo. Cuando se le pregunta acerca de la batalla española en Getafe, sobreviene una historia distinta a la que leemos en cualquier libro de texto. Su relato está lleno de curiosidades, anécdotas y vivencias personales. Su testimonio desfila parejo y relata en primera persona muchos de los episodios de la contienda.

No en vano, la vida de César Navarro estuvo muy marcada por la situación política desde niño. Cuando la guerra, su madre cayó en el bando nacional; su padre, aunque no fue militante de ningún partido político, se identificó con la República y estuvo al frente del hospital de sangre de Getafe situado en el colegio de los Escolapios. Su tío, Felipe de Francisco, que tiene una calle en el municipio, Calle Aviador de Francisco, se puso al servicio del gobierno de Franco “con la condición de que nunca le destinaran a Getafe porque en este pueblo no quería hacer daño a nadie”, comenta Navarro. Murió en acción heroica en combate aéreo en Santa María de la Cabeza.

A finales de marzo del 39, los nacionales alcanzaban los últimos objetivos republicanos. El 28, cayó Madrid y el 1 de abril, con el último parte militar, se concluyó la ofensiva nacional. Había terminado, después de tres años, la guerra civil que enfrentó a las “dos Españas”.

Getafe en Guerra

La batalla no se libró únicamente en las grandes ciudades. Mucho tuvieron que ver en ella los pequeños pueblos españoles. En concreto, los del sur de la capital, que apenas comenzaban a crecer como Leganés, Aranjuez, Pinto, San Martín de la Vega o Ciempozuelos fueron marco importante de la contienda.

También lo fue Getafe que, por aquella época, era aún un municipio que casi no superaba los 8.000 habitantes. Sin embargo, la llegada de la industria junto a otros factores como la cercanía a la capital y unas vías de comunicación accesibles, le convirtieron en uno de los receptores de inmigrantes más importantes de la Comunidad de Madrid. Fue un enclave industrial significativo al que se fueron incorporando campesinos de muchos lugares de España. Se comenzaron a promover por entonces los
partidos socialistas y se temieron, según Navarro, los movimientos obreros. Pero, además de éstas, antes de estallar la guerra, Getafe tenía otras peculiaridades; aquí se albergaban los Cuarteles de Artillería (lo que hoy es la Universidad Carlos III) y la Base Aérea.

Fue precisamente en este escenario donde comenzaron las hostilidades. Aproximadamente a mediados de julio del 36, el Regimiento de Artillería Ligera, que estuvo a favor del bando nacional, inició un ataque con proyectiles dirigidos hacia el Cuartel de Aviación que, por el contrario, se sublevó en favor de la República. La reacción de los militares de la Base no se hizo esperar. Se contestó, según Manuel de la Peña en su libro Medio siglo de aviación en Getafe (1911-1960), con un bombardeo y ametrallamiento desde el aire al Cuartel de la calle Madrid con el que se logró neutralizar la ofensiva. De esta forma, se iniciaba en Getafe la contienda.

Andrés Díez es otro de los decanos del municipio getafense. Ahora tiene 89 años aunque llegó a la localidad con tan sólo 9. Es complejo, comenta, resumir lo que fue para él la guerra civil, son muchos los recuerdos. Entre ellos, guarda con sumo cuidado tres volúmenes de folios llenos de historia y, sobre todo, memorias de épocas pasadas.

En uno señala con orgullo una fotografía en blanco y negro en la que aparece vestido de militar. En el pie de foto se puede leer lo siguiente: “20 de julio de 1936”, fecha en que, con 21 años, abandonó el pueblo rumbo a las batallas de Alcalá, Guadalajara y Jarama. Mientras, la guerra continuaba aquí en Getafe. En los meses siguientes se sucedieron algunos episodios de bombardeos y ataques aéreos. “En mi casa, esquina Ramón y Cajal y General Palacios, cayeron dos bombas”, afirma Navarro. Aún recuerda con exactitud el día en que cayó una de ellas. Él era todavía un chiquillo. “Estábamos cenando y mi abuelo se abalanzó sobre mí, que era el que más quería de los nietos -dice con una sonrisa- y me llevó corriendo a la cueva del vino”.

También De la Peña narra en otra de sus obras, Las calles tienen su historia, que, el 23 de agosto de 1936, tres escuadrillas de aviones del ejército sublevado,“enfilando la calle de la Sierra”, lanzaron bombas durante todo su recorrido hasta terminar en la Base y en la empresa Construcciones Aeronáuticas. Este suceso provocó cuantiosas víctimas civiles y grandes destrozos y pérdidas en el pueblo.

Además, cuenta Navarro que uno de los episodios más emblemáticos y sombríos de la batalla en Getafe fue el bombardeo de una escuela en octubre de 1936. Según su testimonio, el ataque estuvo respaldado por las fuerzas alemanas a pesar de que “los de derechas dicen que es mentira”. Sin embargo, a él le consta que la ofensiva existió realmente, “porque me lo contó mi padre”, que atendió a los niños heridos y muertos. Además, afirma, Arturo Barea en su libro La forja de un rebelde, hace alusión a ello: “el 30 de octubre, un solo avión mató a cincuenta niños en Getafe”.

Caído Toledo en septiembre del 36, las fuerzas nacionales avanzaron rápidamente dirección Madrid. En los primeros días de noviembre, entraron y tomaron Getafe. La represión, dice Navarro, fue terrible. Se evacuó a la población y se fijó una nueva Comisión Gestora con representantes del bando sublevado sustituyéndose la que hasta entonces había estado presidida por Francisco Lastra Valdemar. En sesión del 6 de diciembre, la nueva Comisión decidió que el municipio dependería de la provincia de Toledo hasta que Madrid dejara de estar en manos de los republicanos.

Fue en este contexto en el que, tanto Navarro como su padre tuvieron que abandonar su pueblo natal hacia mediados de la guerra y exiliarse a Francia. “Mi primera vivencia, mi primera impresión de la vida fue como las películas que vemos de judíos, envuelto en mantas, los trenes de evacuación…Mi primera seña de identidad fue la de ser un refugiado de la República”.

El Cerro en la batalla

Situado a 13 kilómetros de la capital y a 670 metros de altura, desde el centro geográfico de la Península se alcanza a ver buena parte de la Comunidad. El Cerro de los Ángeles fue, por ello, un punto neurálgico y estratégico en la guerra civil por el que ambos bandos lucharon intensamente.

Fuera de los límites que definen la calzada que sube a lo más alto del cerro, aún hoy se esconden restos de fortificaciones de hormigón más o menos conservados entre basuras y pintadas. Según Miguel A. Andrés Castro, aficionado y estudioso de los vestigios de la guerra civil en Madrid, en Getafe encontramos principalmente “mirando hacia Pinto, rastros republicanos; el resto, son nacionales”. Existen también trincheras en la zona de Perales y, además, en la fachada del convento de las Carmelitas, que está sin restaurar, todavía se pueden apreciar impactos de bala y obús.

Aun tomado todo Getafe, a mediados de noviembre del 36, se suceden y recrudecen las batallas por el dominio del cerro. Las fuerzas republicanas, que no quisieron renunciar a su posesión, comenzaron una nueva ofensiva y se hicieron en parte con su control en enero de 1937. Sin embargo, el Cerro Rojo, como lo rebautizaron los republicanos en su zona, se perdió ante la falta de refuerzos y, de nuevo, los nacionales se hicieron con el poder en el lugar.

Los dos principales monumentos que presiden el Cerro de los Ángeles también sufrieron las vicisitudes de la guerra. Por su parte, la imagen originaria del Sagrado Corazón (la actual es de 1965) fue dinamitada en los primeros días de la guerra y derribada algunos días después. La Virgen de los Ángeles, con el agravamiento de la batalla, se bajó al pueblo por miedo a que fuese destruida y sólo se subió después de terminar la contienda.

Habiendo caído Madrid el 28 de marzo de 1939, Getafe volvió a formar parte del término municipal de Madrid. A partir de entonces, los vecinos que habían abandonado el pueblo durante la contienda fueron regresando. “Cuando pudimos volvimos a Getafe -dice Navarro- pero a mi padre inmediatamente le encarcelaron”. Cuenta que le hubieran fusilado si no hubiese sido por las influencias de su madre y por Emilio Serrano, un hombre al que su padre sacó de entre un montón de cadáveres y al que había salvado la vida extrayéndole la bala del tiro de gracia del cuello. Aún así, con toda la familia, se tuvo que exiliar al País Vasco.

A pesar de que Getafe había quedado en ruinas tras acabar la guerra y eran patentes las tensiones que, comenta Navarro, estaban motivadas no sólo por cuestiones políticas sino también profesionales, poco a poco se fue retomando la actividad anterior. Continuó el proceso de industrialización y se reavivaron los movimientos obreros; a la vez, crecieron la población y el municipio.

Hoy, Getafe ya no recuerda ni por asomo a aquel que relatan las memorias de guerra de los más veteranos de la ciudad. Sin embargo, tras la actual apariencia de algunos de sus lugares más representativos, se encuentran escondidos episodios importantes de su historia.

Reportaje publicado en abril de 2005 en el periódico Getafe Capital.

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