Este artículo está incluido en la sección de lecturas de la revista La Red en el número de noviembre de 2019.
No sé si conoces la historia de Marie Curie, pero seguro que has oído de ella que fue, junto con su marido Pierre, la científica que descubrió el radio y la primera mujer en recibir el Premio Nobel en 1903.
Lo que puede que te suene menos es que tuvo dos hijas, Irène y Ève, que enviudó en 1906 cuando las niñas eran pequeñas, y que tuvo que recurrir a los abuelos, en concreto a su suegro, para conciliar la vida personal y laboral, y continuar con sus investigaciones.
Unos años más tarde, en 1911, a pesar de las dificultades familiares y de los techos de cristal, le otorgaron un segundo Premio Nobel y se convirtió en la primera persona en obtener dos de estos galardones (su hija Irène también conseguiría el Nobel en 1935).
Está claro. Marie Curie era una emprendedora. De Premio Nobel, de acuerdo, pero si obvias este hecho, y observas su vida como un todo, como hace Rosa Montero en La ridícula idea de no volver a verte, descubrirás que compartes algunas preocupaciones e inquietudes con esta científica tan prestigiosa.
En realidad, si decidieras leer alguno de los libros de esta selección para emprendedoras, te darías cuenta de que tienes varias cosas en común con sus protagonistas, ya sean personas de carne y hueso o personajes de ficción.
Que tenga sentido para ti
Por ejemplo, apuesto que, en alguna ocasión, te has sentido juzgada porque a alguien le ha parecido que tu proyecto (o emprender, en general) es una locura. Aunque el mal de muchos no es consuelo, has de saber que, ta ta tachán… ¡no eres la única! A Florence Green, la protagonista de La librería, de Penélope Fitzgerald, le pasó desde el momento en que decidió que al pueblo en el que vivía le hacía falta una librería.
El banquero, el abogado, la todopoderosa señora Gamart, el pescadero e incluso el fantasma que habita la casa en la que instala el negocio, todos, tienen algo que decir, aunque ninguno es más fuerte que el coraje, la fuerza, el valor y la perseverancia de Florence. Aquello tenía sentido para ella.
Gracias a esto, la librería se convierte durante un tiempo en un comercio de bien en el pueblo y su máximo esplendor llega cuando su dueña se arriesga (seguro que te suena) a vender una novela que, hasta el momento, se había calificado de escandalosa o inmoral: Lolita, de Vladimir Nabokov.
A pesar de todo, esta es una novela para reflexionar sobre el esfuerzo, las ganas, la ilusión, pero también sobre el éxito pasajero, el fracaso, el sentido de la justicia y las vueltas que da la vida.
Ve uniendo puntos
Y es que la vida es muy corta y muy larga. Aunque son dos conceptos aparentemente contradictorios, en realidad, son complementarios. Evidentemente, en función del tiempo del universo, la esperanza de vida de un ser humano es nada, pero si te paras a analizar vidas (a veces no hace falta ni que sean largas) podrás comprobar la cantidad de sitios por los que han pasado.
Por ejemplo, ¿sabías que Coco Chanel, tuvo unos orígenes muy humildes? A Gabrielle, así se llamaba de niña, la internaron en un orfanato tras la muerte de su madre. Y, aun así, consiguió ser una de las diseñadoras de moda más influyentes del siglo XX. Con muchos altos, bajos, y episodios de todo tipo, por supuesto, como el resto de mujeres protagonistas de Divas rebeldes, de Cristina Morató (Maria Callas, Wallis Simpson, Eva Perón, Barbara Hutton, Audrey Hepburn y Jackie Kennedy).
Y es que muchas veces tenemos la impresión como emprendedoras de que no vamos por el camino correcto o de que, simplemente, no avanzamos. Pero, cuando leemos con perspectiva la biografía de alguien podemos advertir momentos clave, avances, retrocesos… Y un puñado de puntos que se unen para dar algún tipo de sentido a lo vivido. Tranquila, seguro que tú también puedes crear tu constelación.
Emprender a los 40
Imagínate, qué sentido tiene que alguien le hubiera dicho años atrás a Helen McGill, que a sus casi 40 iba a dejar su granja en una zona rural del estado de Nueva York para vivir de manera nómada, montada en un carro y vendiendo libros. ¡Qué escándalo!
Pero es que un día, cansada de cargar con todo el peso de la granja sin el apoyo de su hermano, Helen decide comprarle al profesor Roger Mifflin “El Parnaso”, una librería ambulante dispuesta en un carro tirado por un caballo.
En principio lo hace para evitar que sea su hermano quien la compre y vuelva a dejarla. Sin embargo, tras realizar el trato, Helen le da vueltas a un asunto: además de haber comprado “El Parnaso” para que Andrew no se marche, es hora de que ella se tome unas merecidas vacaciones después de 15 años de entrega total a la granja y a su hermano.
Este es el planteamiento que hizo para este personaje de ficción el creador de La librería ambulante, Christopher Morley. Y, ¿quién nos dice a nosotras que la vida no nos pueda presentar un proyecto similar en cualquier momento? Con 20, con 30, con 40, con 50,… con los que sea. Del modo más inesperado.
Progreso, no perfección
Aunque hay que estar muy atenta y abierta a estas posibilidades, muchas veces los cambios ni son tan bruscos ni necesitan serlo. Normalmente las cosas llevan su tiempo, y tienen un proceso. Ahí tenemos como un mantra la teoría de las 10.000 horas y conceptos por el estilo. Seguro que te suena.
Y también pasa que, cuando te empeñas mucho en algo, como cuenta la escritora china Anchee Min en su relato autobiográfico La buena lluvia sabe cuándo caer, en la mayoría de ocasiones, acaba pasando. En concreto, ella logró salir de su China natal por una concatenación de casualidades del destino.
Y un día aterrizó en Chicago sin saber nada de inglés y con un visado de estudiante que caducaba unos meses después. Sin entender el idioma, al principio le era prácticamente imposible encontrar un buen trabajo y, durante mucho tiempo, se tuvo que buscar la vida como buenamente pudo. Además de la parte económica, la soledad y la lejanía de su país natal era una constante en sus primeros años en América.
La forma en que hace malabares para combinar la universidad, el aprendizaje del inglés y la supervivencia económica es digna de estudio. Pero lo que Anchee Min quería realmente era conseguir la nacionalidad estadounidense para poder trabajar de forma legal en este país. Y lo consigue, sí. Pero estoy segura de que si se hubiera enfocado en la vida idílica de la tierra prometida no hubiera llegado tan lejos. El foco, qué importante. ¿No os parece?