Cuando viajo, intento prestar mucha atención a mis sensaciones y prometo que los 640 kilómetros entre Burdeos y Normandía fueron los mejores 640 kilómetros que he recorrido nunca.
Camino de Normandía para conocer un poquito más de cerca la historia del Desembarco |
Bajamos prontito a desayunar para poder salir de Burdeos en torno a las 10:30 y llegar a nuestro destino en torno a las 17:00. En los B&B es costumbre desayunar en la misma mesa junto al resto de huéspedes y es el anfitrión el que prepara el desayuno a tu gusto. Lo cierto es que en el Bourdeaux Cosy B&B disfrutamos poco de la experiencia de compartir mesa con el resto de personas alojadas, principalmente porque hablaban en francés y no nos entendíamos. El desayuno estuvo rico y fue abundante, más de lo que estamos acostumbrados.
Una vez acabamos, subimos a la habitación, terminamos de asearnos y de recoger las cosas. Bajamos las maletas (en los B&B que estuvimos, al ser casas, no había ascensores) y el dueño nos ayudó a llevarlas hasta el coche. Programamos el GPS rumbo a Bayeux y callejeamos hasta llegar a la carretera de circunvalación y, después a la autopista. Como ya os he comentado, vimos bastante basura por las calles (¿Eurocopa? ¿Herencia de las huelgas de principios de junio?) y lo cierto es que nos extrañó bastante.
En la carretera
La densidad del tráfico en el interior de Burdeos un martesa las 10:30 de la mañana era casi nula, por lo que salimos de la ciudad sin problemas y al cabo de un rato cogimos la autopista. De ahí, a Normandía. La primera parte del viaje en coche estuvo bastante soleado. Fui entre dormitando y pensando la mayor parte del viaje mientras que la media langosta conducía.
Por cierto que, llegados a este punto, he de decir que no he conducido en todo el viaje, a pesar de que tengo el carnet, porque no me gusta. Me hace sacar mi lado oscuro, mi peor versión y tengo la suerte de que a la media langosta le encanta conducir y, además, voy muy tranquila, porque es un conductor ejemplar, siempre va alerta y nunca le entra sueño (yo de verdad que no podría). Puso la velocidad de crucero a 130 km/h y a tirar kilómetros hasta que las vejigas nos mandaron parar.
Las áreas de servicio de Francia son, en su mayoría, una gozada. Están perfectamente señalizadas y hay muchísimas. Tienen áreas para camiones, para caravanas y para coches. Muchas de ellas cuentan con gasolinera, tienda y restaurante y en otras solo hay baños, merenderos y mucha naturaleza. Nuestra primera parada la hicimos en una de estas áreas naturales tan bonitas. Por cierto, que el fresco que notamos en esta zona (debió de ser por Poitiers, más o menos) ya era más que evidente.
Como os comentaba, el área de servicio estaba metida en plena naturaleza de la autopista de peaje. Había un merendero y mucha gente descansando. Los baños eran automáticos, lo que quiere decir que, cuando acabas de hacer tus necesidades, se limpian solos. Tuve un pequeño percance porque el cierre de las puertas también era automático pero, como no entendía las instrucciones en francés, me dio miedo cerrar la puerta por si me quedaba encerrada. Tuve que llamar a la media langosta para que sujetara mientras cambiaba el agua al canario y la gente nos miraba raro. Fue cómica la situación. Más adelante, aprendí en funcionamiento. Solo había que seguir el sentido común; era tan simple como pulsar un botón a la entrada y a la salida.
Continuamos la ruta en el coche y, un poco más adelante, comenzó a llover como si no hubiera un mañana. Menos mal que la media langosta había sido precavida y, a todas las revisiones obligatorias del coche, él añadió revisión de aceite, anticongelante y líquido parabrisas (y botellitas correspondientes de repuesto por si acaso) y unos limpia parabrisas nuevos porque los que teníamos estaban bastante perjudicados del invierno (además nos costaron súper baratos y no sabíamos si iban a dar la talla con las lluvias normandas). La combinación nuevos limpia más líquido parabrisas repelente de agua dio la talla y, a pesar de la intensa lluvia, todo fue sobre ruedas, nunca mejor dicho. Eso sí, moderando la velocidad a 110 kilómetros por hora de máximo.
Para comer paramos en otra área de servicio, esta vez con gasolinera y tienda, y compramos varias cosas. Durante todo el viaje llevamos una neverita con algunos víveres, nos hicimos unos bocatas y comimos chucherías varias. Utilizamos el merendero porque, a pesar de que había llovido y hacía fresco, la gente estaba fuera tan a gusto y, como a donde fueres haz lo que vieres, pues nos apuntamos. Un acierto. De nuevo, encontramos gente de todas las nacionalidades e incluso había un coche con matrícula española en el aparcamiento. También hay españoles en Normandía y no serían los únicos ni los últimos que encontraríamos a lo largo del camino.
Pateando los puntos de interés
Tras la comida y el baño, de nuevo, a la carretera. En menos de dos horas estaríamos cerca de Bayeux y de las playas del Desembarco. La hora de entrada a nuestro B&B (Le Petit Matin) estaba fijada entre las 6 y las 8 de la tarde, así que decidimos ir primero a ver el Cementerio Americano de Normandía, que está en Colleville-sur-Mer, a unos 20 km de Bayeux. Del 15 de abril al 15de septiembre abren de 9 de la mañana a 6 de la tarde y el resto del año de 9a 5 es totalmente gratuito. Llegamos allí alrededor de las 17 aproximadamente, recorriendo unas carreteras con bastante encanto porque pasaban pueblos muy pequeños, como de película.
En el Cementerio Americano hay un aparcamiento enorme clasificado de nuevo para autobuses, caravanas y coches. Quizá porque era casi última hora y porque estábamos en junio, pero nos resultó muy fácil aparcar. Y, de nuevo, coches y gente de todas las nacionalidades.
La sensación que sientes cuando entras en un sitio de estas características es lo solemne que es todo, el patriotismo americano, el espacio abierto, la naturaleza, el respeto a las personas que cayeron allí. Todo está cuidado al milímetro y el paisaje es espectacular. Un caminito te conduce a una zona desde donde se ven las playas del Desembarco. La vista a la playa es magnífica y la media langosta (él es el culpable de la visita a Normandía porque le interesa el tema de la IIGM) no hacía más que imaginar cómo habría sido aquel desembarco desde la playa hasta donde esperaban los alemanes, ya que hay cierta altura.
Vista de la Playa de Omaha desde el Cementerio Americano |
No sé si fue el día nublado, el viento, el respeto que infunde, la música que sonaba por los altavoces o la sugestión propia pero, desde luego, el recuerdo que tengo de la visita es lo que seguro que desean transmitir los americanos: un homenaje como Dios manda a sus caídos en el Día D. La emoción se acentúa más si cabe cuando dejas a un lado el camino de bienvenida y te adentras en los inmensos campos repletos de cruces y estrellas de David (estas últimas en honor a los soldados judíos). En total, la extensión del cementerio es de 70 hectáreas y en él hay 9.387 tumbas perfectamente alineadas hacia el Oeste.
Cementerio Americano de Normandía en Colleville sur Mer |
Algunas de las tumbas tienen restos de soldados desconocidos y en ellas se puede leer: “Here rests in honored glory a comrade in arms known but to God” (Aquí descansa en honrosa gloria un compañero de armas a quien sólo Dios conoce). Estas son las que más impresión me causaron, sea dicho de paso.
Paseamos una hora o así por los paseos habilitados porque ala media langosta le producía bastante respeto pisar sobre el césped en el que reposan las tumbas, visitamos también el monumento conmemorativo y echamos un vistazo a los mapas grabados sobre unas paredes en los que se explica cómo fue el Desembarco. A las 6 comenzaban a cerrar, así que subimos al coche en dirección a la Playa de Omaha.
Tardamos muy poquito en llegar y justo en ese momento empezó a lloviznar. Al principio, yo había cogido un hotel justo en la Playa de Omaha aunque después hablando con una compañera que había visitado la zona, lo cambié por el de Bayeux, lo que luego resultó ser todo un acierto.
Omaha Beach |
En la Playa de Omaha aparcamos el coche sin problemas y bajamos hasta la arena para ver una serie de monumentos que han levantado allí en honor a las víctimas. El lugar, desde luego, volvió a cautivarme por su solemnidad, la paz y la tranquilidad que se respiraba. En las inmediaciones hay varios museos pero ya no entramos porque era tarde y teníamos que fichar en el B&B Le Petit Matin aunque no nos podíamos ir sin hacer una foto con el tanque.
Seat león vs. tanque |
De camino de nuevo a Bayeux, decidimos repostar en una gasolinera que tenía unos precios súper buenos. Creo recordar que echamos gasoil a 1,05 euros. Así que, lleno por favor. El pago en esta gasolinera fue extraño. Nunca antes habíamos pagado así. Necesitamos ayuda de una chica que atendía y que no sabía mucho inglés pero que se esforzó mucho. El caso es que antes de repostar tienes que introducir la tarjeta y marcar tu pin. Así estás dando el consentimiento para que te cobren lo que finalmente repostes que fueron alrededor de 48 euros. Como ya comenté en un post anterior, con los pagos automáticos de este tipo, te retienen además entre 120 y 129 euros, es algo así como un seguro por si te marchas sin pagar, aunque todavía no puedo entender cómo te puedes marchar sin pagar si les das todos tus datos antes de repostar. En fin, que no os asustéis, que en unos días la retención desaparece.
¡Llegamos a Bayeux!
Con el depósito a reventar continuamos el camino que nos quedaba para llegar a Bayeux y a nuestro B&B, Le Petit Matin. La primer aimpresión del pueblo no pudo ser mejor. Bayeux es como un decorado de cine antiguo. Casitas preciosas, flores, la imponente catedral, todo limpio y reluciente, todo muy acorde.
Con respecto al alojamiento, he de decir que por estética, Le Petit Matin es el B&B que más me ha gustado del viaje. Todo tiene un encanto especial, desde la recepción, hasta la habitación, pasando por el maravilloso jardín. Nos tocó la habitación rosa, que era una doble superior. Estaba estupendamente decorada en tonos ocres y rosas y tenía bastantes elementos con solera como un diván, la lámpara, la chimenea,… La cama era muy moderna, eso sí, y bastante cómoda y un dato, no había televisión, aunque tampoco es que importe demasiado.
Nos instalamos y aseamos un poco y salimos a cotillear qué había por allí y dónde podíamos cenar. El propietario del B&B nos indicó algunos sitios que no encontramos pero finalmente fuimos a una crepería que estaba muy céntrica, al lado de la catedral. Pedimos mesa para dos y nos sentamos en un rinconcito encantador. Miramos la carta y decidimos pedir la media langosta un crepe de jamón y queso y yo otro con tomate, una coca-cola y un agua ¿con gas? No entendía lo que quería decirme la camarera, hasta que una simpática familia que estaba sentada justo a nuestro lado y que era ¡de Cataluña! nos ayudó a pedir. Agua sin gas, sil vous plait. Menos mal porque sino, me hubieran traído agua con gas que ya probé en Roma y no me gustó nada.
Pues sí, la casualidad quiso que nos sentáramos al lado de una familia catalana que viajaba con sus hijos, un niño y una niña, recorriendo Francia en coche. Fue muy agradable intercambiar unas palabras en castellano, escuchar sus planes y recomendaciones. Se marcharon antes que nosotros pero, por suerte no tuvimos problemas para pedir la cuenta en francés porque ya había practicado “l’addition, sil vous plait”. Hemos de decir que los crepes que probamos estaban pichí pichá, un poco quemados y tal pero con hambre todo se pasa. Los he probado mejores en un sitio en Madrid que se llama La Rue y que está en la calle Colón, en el barrio de Malasaña.
A descansar
Con el estómago lleno y el día repleto de experiencias, el cansancio ya empezaba a hacer mella, así que una vuelta rápida y a Le Petit Matin a descansar. Subimos las maletas, nos pusimos el pijama, hablamos con las familias, enviamos fotos y a las 11 de la noche seguía habiendo resquicios de claridad del día pero nuestro reloj biológico decía que estábamos cansados y que era hora de dormir. Pusimos en el móvil un reportaje del Desembarco de Normandía pero no tardamos en quedarnos sopa.
03/09/2019
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