Entrevista a Miriam Aguilar, no madre por circunstancias: “Cuando decidí no seguir buscando un hijo, sentí liberación”

En mi última Veleta reflexionaba sobre el hecho de ser o no madre y, en concreto, de serlo o no a partir de una determinada edad. Tengo muy presente el tema porque en nada cumplo 38, no tengo hijos por elección, y el reloj biológico está continuamente marcándome la cuenta atrás. Y yo, reina de las decisiones fundamentadas, estoy documentándome bastante sobre el tema.

En realidad, aunque todavía está por ver si tengo o no descendencia, me he dado cuenta de que, en este punto, me interesa más conocer la no maternidad. Sobre todo, porque tengo muchos más referentes y ejemplos visibles de madres que de no madres (ya sea por elección o por circunstancias), y me apetecía dar voz en esta Veleta a este colectivo, cada vez más numeroso.

Así que hoy os presento a Míriam Aguilar, una mujer que visibiliza la no maternidad por circunstancias. La suya, en concreto, fue pasar por cuatro abortos naturales a lo largo de siete años, ninguna explicación médica aparente, mucho trabajo personal para conseguir un hijo que no llegaba y un ciclo de fecundación in vitro con ovodonación fallido. “El 24 de diciembre de 2018, con una nueva prueba negativa de embarazo, y a pesar de que ‘solo’ tenía 41 años, mi marido y yo nos miramos y sabíamos que lo habíamos decidido”. Dejaron de intentar ser padres.

Miriam Aguilar, no madre por circunstancias: “Cuando decidí no seguir buscando un hijo, sentí liberación”

PREGUNTA: Dice Jody Day, la autora de Living the Life Unexpected, que acuñó el término de Generación NoMo que, un día, a los 40, después de una historia parecida a la tuya, se dio cuenta de que jamás sería madre. ¿Qué siente una cuando llega este momento?

RESPUESTA: Pues, en realidad, para mí fue un proceso más largo. A lo largo de los años en los que pasé por los cuatro abortos, yo ya fui madurando esa intuición que tenía de que el embarazo me costaría o no llegaría. Viví esa sensación amarga de “¿de verdad que mi cuerpo no es capaz de hacer esto si es algo que se supone que las demás hacen de manera tan fácil?”. Y, además, sentí que la vida me estaba poniendo pruebas duras por delante porque a mi alrededor solo había parejas que se embarazaban. Y todo eso me hacía sentir como que estaba tarada, que que mi cuerpo estaba mal, que no servía para hacer lo que se supone que tenía que hacer.

Sin embargo, una vez que decidí que no quería seguir intentándolo, sentí liberación. Pensé: ya no tengo que pasar por esto otra vez. A pesar de ello, sentirse liberada no es aceptarlo. La aceptación no viene de un día para otro, es algo que trabajas cada día.

P: Las mujeres que no sois madres por circunstancias, como es tu caso, pasáis por un proceso de duelo que yo calificaría de invisible y puede que muy solitario. ¿Cómo es ese proceso?

R: Se suele pensar que el duelo de la no maternidad empieza en el momento en el que tú decides no seguir, pero creo que abarca mucho más. Como te comentaba, yo considero que lo he ido haciendo durante los años. Según sumaba dos, tres, cuatro abortos, empecé a elaborar mi duelo y a ser consciente de que era muy probable que nunca fuera madre. Así que cuando decidí parar de buscar un hijo ya llevaba años de proceso. Por eso, para mí se hizo más corto. Lo había trabajado mucho, muchísimo, en todo ese tiempo.

Te diré también que todo esto lo he visto después, porque uno de los problemas es que no aceptamos lo que estamos viviendo. Duele ver una embarazada, nos resistimos a aceptar que nos está pasando, pero no hay otra que aceptarlo. Y, como cualquier otro proceso de duelo, hay que trabajarlo. El tiempo que tardes en sentirte bien, depende de cuánto lo trabajes tú y del entorno social que tengas.

P: ¿Y qué te ayudó a ti a trabajar ese duelo?

En mi caso, me ayudó primero buscar mujeres que estuvieran en mi misma situación para salir del círculo social que me rodeaba, repleto de madres y padres. Encontré el grupo de apoyo de Gloria Labay, un espacio en el que nos reuníamos mujeres que habíamos decidido no ser madres, y conocí a personas que estaban en las mismas circunstancias que yo, aunque cada una había llegado a la no maternidad desde caminos muy diferentes. La verdad es que este primer paso me sentó genial y me alivió mucho comprobar que no era la única que estaba viviendo esa situación.

Las compañeras del grupo seguimos viéndonos e incluso ha llegado un punto en el que nos une una amistad. Sin embargo, en un momento dado yo me di cuenta de que necesitaba algo más, tipo terapia. Sabía que había querido dejar de ser madre, estaba en paz con esto, me encantaba mi vida tal cual era, pero había cosas que no terminaban de encajarme. En realidad, estaba un poco perdida en general, así que me hablaron de la terapia Gestalt, lo hice y me pareció increíble hasta el punto de que yo misma me estoy formando. Esto ha sido la clave para terminar de hacer el clic.

P: Hay una frase que he rescatado también del libro de Jody Day que dice a propósito de las no madres que “lo que ocurre en la vida de esas mujeres es mucho más complejo de lo que parece, pues no siempre se trata de una decisión propia o una cuestión biológica. Hay mucho más”. Y, aquí me surge una pregunta: ¿crees que las mujeres que no han sido madres por elección, de alguna manera, también viven, inevitablemente, ese duelo?

R: Sí, es curioso. En el grupo de apoyo tenemos una compañera no madre por circunstancias, pero que no experimentó infertilidad o problemas con embarazos. Lo que ella sufrió fue infertilidad social, lo que quiere decir que en los años en los que fue fértil, no se dio el hecho de acceder a esa maternidad. Este concepto no se conoce: la gente se piensa que una mujer que no tiene hijos es porque no quiere o no puede. Pero hay mujeres que no saben si podrían haber sido madres, no se les ha presentado la circunstancia. Ellas han de pasar el mismo duelo porque tenían deseo de maternidad, pero no han visto la manera de realizarlo.

Luego, en mujeres que han decidido no ser madres, he observado dos casos: las que lo tienen muy claro y no sienten para nada que sea algo de lo que se puedan arrepentir; y aquellas que, aunque deciden no ser madres, sí que hay algo que les mueve por dentro. Y ahí es donde entra la presión social: si has crecido desde que eras niña escuchando que lo mejor que les pasa a las mujeres es ser madre e incluso te han preguntado si querías o no tener niños, vas con una predisposición a que suceda de manera natural porque es lo que hacen todas y, aunque decidas no hacerlo, ahí queda. Yo no me planteaba no ser madre; nunca me pregunté si quería serlo, y como yo la gran mayoría.

P: De todas maneras, del libro No madres, de la periodista María Fernández-Miranda me quedo con la sensación de que todas las mujeres a las que entrevista la autora, tanto las no madres por elección como por circunstancias, tienen en común su satisfacción y paz con la vida, a pesar de que en un primer momento esto no hubiera sido así para algunas. ¿Cómo y cuándo se llega a ese momento?

R: Cuando decides no seguir, esa decisión no es mental, no la toma la cabeza, sino que sale del alma. No puedes más, estás harta, es una cuestión corporal, pero previamente has pensado muchas cosas. Y algo sobre lo que yo reflexionaba mucho es que era feliz con mi vida y no sentía que me faltara nada. Y eso me ayudó también a tomar la decisión: he hecho lo que estaba dispuesta a hacer y ya está, quiero seguir con mi vida. Lo único que a veces me da rabia es el mensaje de renuncia, de pérdida. Y, no: yo he decidido que no quiero seguir intentándolo y me parece súper importante este punto.

P: Me puedo hacer a la idea, porque lo veo y escucho continuamente en mi entorno, a qué le tiene miedo una madre, pero ¿a qué le teme una no madre?

R: Hay mujeres, sobre todo no madres por circunstancias, que tienen mucho miedo del futuro, de hacerse mayores. A mí no es algo que me preocupe, gracias también a todo ese trabajo personal que he hecho. Me gusta enfocarme en el presente porque el futuro es una fuente de estrés y de sufrimiento en el que nadie sabe lo que va a pasar.

Lo que no me preocupa, pero sí me ocupa, es hacerme mayor en la mejor forma posible de salud, tanto física como emocional, y quizás también tener algún soporte económico, nada más. Me inquieta cero saber si estaré sola o no, quién me va a cuidar o toda esa construcción que se ha hecho en torno a la vejez cuando no eres madre. Tener hijos no implica que te vayan a cuidar de mayor. Las residencias están llenas de gente.

P: ¿Y cuáles son las ilusiones y los planes de futuro de una no madre?

R: Pues los mismos que una madre, no creo que haya muchas diferencias. Por ejemplo, mi hermana tiene dos hijos y yo comparto con ella un montón de aspiraciones. Las mías son acabar mi formación, viajar todo lo que pueda, encontrar un proyecto laboral en el que me sienta bien, que me guste. Y ser feliz, vivir mi vida de una forma serena.

Con lo cual, tampoco hay tanta diferencia, son construcciones sociales también. Obviamente ella es madre y en sus planes, en sus aspiraciones, en sus preocupaciones, también tienen cabida sus hijos, lógicamente. Esa es la diferencia entre nosotras.

P: Me llama la atención que, en todo este proceso, hablamos mucho las mujeres acerca de cómo viven la experiencia las mujeres, pero no hablamos de los hombres. Y ellos tampoco suelen hablar. Sin embargo, al fin y al cabo, también son no padres. ¿Qué ocurre con los hombres en este proceso?

R: En mi caso particular, siempre he sentido que mi compañero tenía un papel de acompañante y de sostén. Él aceptó antes que no seríamos padres, desde un punto de vista más sereno, sabiendo que no necesitaba serlo para ser feliz.

Sin embargo, aunque yo no puedo hablar por otros hombres no padres, fui consciente de la presión que tienen los hombres en estos procesos y creo que ellos lo sufren mucho, pero aquí entraríamos en temas mucho más complejos como la sexualidad o la virilidad.

Yo, desde luego, agradezco mucho la forma en que mi compañero vivió este proceso.

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