Los que hemos vivido un amor adolescente, sabemos que no todo es como lo pintan en los libros o las películas. Normalmente, estos ejemplos que nos intentan colar reflejan amores tormentosos, con protagonistas desequilibrados y contextos vitales muy duros. A mis treinta y tantos tardíos, y viéndolo con perspectiva, sí que puedo decir que el amor entre adolescentes no es sencillo. Es normal, la mayoría de las veces no estamos preparados emocionalmente para afrontarlo y, desde luego, no tenemos los recursos que vamos adquiriendo según crecemos, pero tampoco estamos tan resentidos con la vida.
El amor en esta época es más inocente y menos viciado. Tenemos menos bagaje encima, claro está, para bien y para mal. Somos más vulnerables pero también se vive con gran intensidad. Sin embargo, no tiene por qué ser tan destructivo ni tan romántico como nos lo venden. Por eso me gusta tanto la historia de Eleanor y Park, de Rainbow Rowell.
Eleanor acaba de mudarse a Omaha (Nebraska) con su madre, sus cuatro hermanos pequeños y Richie, su padrastro. Empezar en un sitio nuevo a cierta edad no es fácil, menos cuando intuyes que no encajas y peor aún cuando tu vida familiar es un infierno. Cada día en el autobús camino al instituto, Eleanor solo quiere permanecer invisible, llamar la atención lo menos posible. Se sienta al lado de un chico asiático un poco cretino que lee cómics de superhéroes.
Park no es demasiado popular en el colegio, aunque sabe de qué va todo porque vive en Omaha desde que nació. No quiere problemas y, para eso, debe mantenerse alejado de la pelirroja nueva, por mucho que compartan fila en el autobús. Hasta que un día, en el trayecto al instituto, la pilla echando un vistazo de reojo a sus lecturas. Y, entonces, le presta uno de sus cómics.
Así, poco a poco, Eleanor y Park se van conociendo: intercambian lecturas, cintas de cassette con sus canciones favoritas, charlas,… Hasta que el cretino asiático y la pelirroja nueva sienten que tienen muchas cosas en común. Entonces, empiezan a compartir más tiempo juntos, siempre a escondidas del padrastro de Eleanor que, si descubriera aquello, quién sabe lo que podría llegar a hacer.
Me gusta la relación de Eleanor y Park porque viven el amor de forma apasionada, como corresponde a la edad, pero no dramatizan en exceso. Se enfadan por tonterías, pero saben perdonarse. Conocen su lugar en la vida del otro, pero no son posesivos. Entienden que no son perfectos, pero aman sus imperfecciones. Y sienten todas las cosquillas y las mariposas de las primeras veces: la primera vez que la primera persona que te gusta le toca el pelo; la primera vez que la primera persona que te gusta te roza la piel; la primera vez que la primera persona que te gusta, te dice que le gustas.
Desde luego, no deja de ser una ficción y, de nuevo, uno de los dos tiene una historia de vida un tanto traumática, pero hay muchas partes del libro que me recuerdan a esa historia de amor adolescente de verdad.
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