A la mañana siguiente, ya en Brujas, lo primero que hicimos fue una ducha para despejarnos y bajar a desayunar. Bart y Ann, los anfitriones del B&B Antares, ya estaban preparándolo todo y atendiendo a otra de las parejas que se hospedaban allí esos días. Nos sentamos a la mesa y enseguida nos trajeron leche caliente con chocolate para mí y leche fría con chocolate para la media langosta. Esto nos lo habían preguntado la tarde anterior y ¡se acordaron! Fue un detalle que me encantó, la verdad.
Además de la leche, nos propusieron tomar huevos, embutidos, zumo, bollería reciente, pan, mermeladas, chocolates, fruta fresca (cada día había una diferente),… Menudo despliegue, ojalá todos los días fueran así, jejeje.
Delicious Bruges |
Descubriendo sitios nuevos mediante conversaciones
Además de la comida, que estaba riquísima, de lo que más disfruté aquellos días fue de la conversación con el resto de huéspedes. Se trataba de dos parejas de cierta edad (alrededor de 60 años) una americana y otra canadiense. La pareja americana estaba haciendo un circuito en coche desde Alemania mientras que los canadienses (que por cierto, celebraban 44 años de casados) también recorrían Europa pero con otro fin: terminar en Belfast, en Irlanda, para ver a la familia.
En un momento de su conversación (ellos llevaban ya varios días desayunando juntos) nos preguntaron a nosotros que de dónde éramos. Madrid. Ohhh, calor. Sí, mucho calor, nada que ver con las temperaturas en Brujas, mucho más bajas de lo normal y acompañadas de mucha lluvia, según nos comentó Bart.
Así que una cosa llevó a la otra y al final mantuvimos una amena charla en inglés (yo iba traduciendo a la media langosta) sobre nuestra procedencia, nuestros destinos, el problemilla que teníamos con el coche y la vida en general. Reflexionamos sobre la merma de viajeros este año a Bélgica debido al atentado de Bruselas en Semana Santa y concluimos que lo que queremos todos es vivir en paz. Uno de los hombres dijo algo que me pareció precioso: todos somos hermanos.
La experiencia del desayuno en el B&B desde luego es una de las mejores de este viaje porque no me esperé nunca aprender tanto de la gente con la que compartí la mesa. Además, como eran gente ya con cierta experiencia y amantes de los viajes, esto me sirvió para expandir mi mente, ver las cosas desde diferentes puntos de vista, algo que realmente me encanta.
Tras el desayuno, nos tocaba ponernos en marcha pero primero teníamos que arreglar el tema del coche. Salimos a intentar arrancarlo pero nada, ni mú. Así que nos tocó llamar de nuevo a la Mutua Madrileña para que se pusiera la maquinaria en marcha y nos enviaran de nuevo la grúa para arrancarlo con las pinzas. Nos dijeron que tardarían alrededor de una hora, así que mientras tanto, Ann, la anfitriona del B&B Antares, nos ayudó a buscar un taller cerca de la zona. Nos acercó hasta un concesionario de una marca diferente a la de nuestro, pero allí mismo el dueño nos recomendó ir a un taller Seat.
Dando un paseo por Sint Andries
Volvimos al B&B a esperar a la grúa, que tardó algo más de lo previsto, así que decidimos hacer una excursión por el barrio y hacernos algunas fotos por si se nos fastidiaba el día y no podíamos hacer mucho. La zona en la que nos alojamos es un barrio residencial con unas casas unifamiliares preciosas. Muchas de ellas incluso estaban hechas de cristal, por lo que se podía ver el interior. Aquí en España no creo que ese concepto funcionara pero desde luego a mí me pareció ideal porque, además, desde dentro de la casa se puede ver todo el verde que rodea la zona, que es mucho por todo lo que llueve. También había un par de parques muy bien acondicionados con pequeños canales. Vamos, como para cambiarnos a vivir allí si no fuera por el pastizal que seguro vale una casa de ese estilo.
Zonas verdes en el barrio de Sint Andries |
Una hora y media después, volvió de nuevo el chico de la grúa que nos había atendido el día anterior. Arrancó el coche con las pinzas y nos dijo que podíamos ir a un concesionario multimarca, ya que como solamente teníamos que cambiar la batería era probable que nos saliese más barato. Así que le dio unas cuantas explicaciones a Ann, un cielo de mujer, y ella misma nos guio con su coche a un Auto 5.
En el Auto 5, el chico que nos atendió, que por cierto sabía un poquito de español, nos dijo que no había problema, que nos cambiarían la batería y en 20 minutos tendríamos listo el coche. Oye, todo gente amable y servicial en Bélgica. Es un gusto. Y todos, absolutamente todos, hablan inglés y se esfuerzan al máximo por ayudarte. Incluso Ann se quedó con nosotros un rato para asegurarse de que no teníamos problemas y después me dejó su número de teléfono por si acaso la necesitábamos. Adorable.
El cambio de batería estuvo listo en tan solo veinte minutos y el chico nos preparó la factura. 152 euros, un precio que no nos pareció caro aunque sí que haciendo cuentas después con respecto al precio en España pagamos en torno a 30 euros más. El caso es que resulta que Auto5 es la marca de Norauto en Bélgica y que podemos hacer uso de la garantía aquí en España.
Resuelto el problemilla y con el coche en marcha, aparcamos en la puerta del B&B, nos colgamos la mochila a la espalda y a explorar Brujas todo el santo día.
Por fin: explorando Brujas
Cuando salimos del B&B Antares llovía un poquito pero llevábamos
paraguas y esto no nos impidió hacer el recorrido hasta el centro histórico
andando.
Puerta de la ciudad de Brujas |
La bienvenida a la ciudad nos la dio una de las puertas y el agua de los canales. También aparecieron los adoquines, las casas de colores y con forma de escaleras en eltejado. Aparecieron también los sonidos y los olores: los sonidos metálicos de las campanas que nos indican la hora y que no, no se parecen a lo que estamos acostumbrados a escuchar aquí en España. Es un sonido más metálico, más ligero, más limpio, sin tanto eco; y los olores de la frituras, sobre todo de las patatas, y del chocolate. ¡Cuántas chocolaterías hay en Bélgica!
Chocolaterie de Burg |
La subida desde la puerta al Grote Markt fue en línea recta. Allí nos quedamos encantados, dando vueltas sobre nosotros mismos, admirando las casas de colores, la majestuosidad de los edificios y una arquitectura tan diferente a la nuestra.
Grote Markt |
Callejeando, encontramos de repente un pasadizo que desembocó en una zona de la ciudad donde los canales empezaban a cobrar el protagonismo que merecen. Y entonces me acordé del consejo que nos había dado el chico que nos atendió en Carlos Fritur: “Si podéis, recorred la ciudad por los canales, porque se ve de manera diferente”. Así que después de hacer una buena parte del recorrido turístico a pie, decidimos comprar unas entradas para hacerlo en barco. El precio de este paseo es de 8 euros por adulto.
Entradas paseo en barca por los canales |
También se puede ir en carro de caballos pero en este caso el precio asciende a 50 euros por carro, en el que pueden ir a gusto 4 personas. Por cierto que la ciudad está bastante limpia a pesar de los caballos porque los carros llevan un sistema incorporado para recoger las cacas. Llamativo.
La media langosta y yo preferimos hacer el recorrido en barca y la experiencia fue alucinante. Lobo de Mar, como apodamos cariñosamente al capitán de nuestro barco, nos iba dando explicaciones someras de por donde pasábamos y algo de contexto histórico. Lástima que no traducía al español porque éramos minoría pero los comentarios eran en inglés, francés y alemán.
Tras este paseíto, que duró aproximadamente una media hora, volvimos a tierra firme y acabamos de recorrer lo que nos quedaba de la ciudad. Además, aprovechamos para hacer algunas compras de chocolate, y para tomarnos un tentempié muy belga: unas deliciosas patatas fritas con kétchup (la salsa no está incluida en el precio, va aparte).
Entra a comer patatas y waffles |
Ya cayendo la tarde (es un decir porque hasta las 11 o así no se hace de noche completamente) nos sentamos en un parque a descansar y a admirar los canales cerca de la puerta de la ciudad. Después entramos a un Carrefour Exprés a comprar algo para la cena y pusimos rumbo de vuelta al B&B Antares. De nuevo, media hora andando.
A última hora de la tarde, duchita y cena. Actualización de estado a la familia y a dormir el cansancio acumulado. A soñar dormidos porque despiertos llevábamos soñando desde que salimos de Madrid.