Lo tenía en la lista de pendientes y el apellido de su autora, Norton, tenía una de las iniciales que me faltaba por cubrir en el reto de autores de la A a la Z. Es muy poco romántica la historia de por qué decidí leer No culpes al karma de lo que te pasa por gilipollas, lo sé, pero llevaba meses intentando acércame a su lectura y no me acababa de decidir.
Tal vez fue porque, cuando me decidí por él, el título me pareció de lo más ingenioso e incluso definitorio del estilo de vida actual. Y, aunque la protagonista hace el panoli bastante a lo largo del libro, de nuevo nos encontramos con una campaña de marketing que puede llegar a sobrepasar a las expectativas del lector.
Tampoco nos vayamos a engañar. No culpes al karma de lo que te pasa por gilipollas es una novela que podemos encuadrar dentro del término chick lit: es entretenida, sencilla, ligera, amena, rápida de leer y tiene los elementos propios del género, a saber, una chica, un chico (o varios), el amor,… No vamos a encontrar nada sesudo, desde luego, y muchas de las tramas y de los diálogos son bastante infantiles y simplones.
Uno de los elementos más llamativos del libro es el trabajo de la protagonista, Sara, química de profesión, plumista de vocación. Toda la historia gira en torno a las plumas y al amor de su adolescencia, Aarón y, a partir de aquí, aparece un amplio elenco de personajes secundarios bastante egoístas y caprichosos que montan las tramas: Roberto, el novio; Lu, la hermana; Arturo, el padre; Berta, la madre; David, Chusa e Inma, los amigos; Eric, el guiri; y, por supuesto, la ciudad, Madrid, en concreto el barrio de Malasaña, y la tienda de la abuela de Sara.
Con este repertorio os podéis imaginar la cantidad de cosas que pueden surgir, algunas bastante surrealistas. De hecho, una de las cosas que más gracia me produjo fue la conversación que Sara mantiene en su cabeza con ella misma y simulando las respuestas que su amiga Inma le daría sobre la situación en la que se encuentra.
Sí es cierto que muchas de las cosas que le suceden a Sara le pasan por pensar y planear tanto, por ser tan insegura y depender tanto de los demás. En realidad, lo que mejor le sale no está bajo su control. Es una historia que nos puede sonar y con la que podría pensarse que nos podemos identificar pero no es así del todo.
La novela, como ya he dicho, es amena, rápida de leer y ligera, aunque hay elementos, como la simplicidad de los personajes, lo infantil de los diálogos o lo previsible de las tramas que no me acaban de convencer. Nada que ver con una de mis series de libros favoritas de este género, El diario de Bridget Jones.
La leyenda de Ícaro
Una buena parte de la novela de Laura Norton está marcada por las alas de Ícaro. Se trata de una leyenda de la mitología griega en la que Dédalo, fabricó para él y para su hijo, Ícaro, unas alas para salir de la isla de Creta, en la que se encontraban retenidos.
Antes de partir, Dédalo recomendó a su hijo un vuelo ni excesivamente alto, porque el calor derretiría la cera que unía las plumas, ni muy bajo, porque el agua del mar las mojaría. Pero Ícaro no atendió los consejos de su padre y se acercó tanto al sol que la cera se derritió y pronto no le quedaron plumas para sostenerse en el aire.
Imagen: «Landon-IcarusandDaedalus» de Charles Paul Landon – 1. oaks.nvg.org 2. The Bridgeman Art Library, Object 5534263. Desconocido. Disponible bajo la licencia Dominio público vía Wikimedia Commons.