He vuelto al feel good. Después de un mes de febrero viajero y de leer una de las historias que estarán en mi top 10 de este año, he retomado un libro que comencé en enero y que dejé a medias. Se trata de El hostal de las ilusiones, de Debbie Macomber, una prolífica escritora americana.
¿Qué me ha hecho volver a este género? Supongo que necesitaba volver a sentir la calidez que transmiten estos libros. Lugares bonitos y personajes con problemas duros pero con afán de superación. Todo ello aderezado con conversaciones, reflexiones, tés, tartas, bizcochos,…
Después de perder a su marido en Afganistán, Jo Marie Rose deja su vida en Seattle y se traslada a Cedar Cove, un precioso pueblo costero, para regentar un hostal. A pesar de que no tiene experiencia previa, su ilusión, ganas de salir adelante y su deseo de aprender de la gente del pueblo, la ayudan a sacar adelante su negocio.
Sus primeros huéspedes son dos personas con historias difíciles. Abby vuelve al pueblo para la boda de su hermano después de que muchos años después saliera huyendo de allí por un accidente que marcaría su vida para siempre. En su llegada al pueblo, Abby tendrá que lidiar con los fantasmas del pasado y con una de las pruebas más duras a las que nos sometemos: perdonarnos a nosotros mismos.
El segundo huésped, Josh, regresa a Cedar Cove para reencontrarse con su padrastro, Richard, que está muy enfermo. La relación entre ambos siempre ha sido muy complicada, sobre todo tras la muerte de Teresa, la madre de Josh y segunda esposa de Richard, unos años antes. Durante los días de estancia en el pueblo, ayudado por una antigua amiga, Josh tiene que aprender a cerrar viejas heridas para poder pasar página y continuar su vida a pesar del pasado.
Las tres tramas, la de Jo Marie, la de Abby y la de Josh se entremezclan y conforman la historia del libro. No tienen coincidencia entre ellas, más allá de que se trata de personas que se encuentran en una situación difícil al llegar al hostal y que el periodo que pasan aquí les sirve de cura y transición.
Esta novela no es de las que más me han gustado dentro del género feel good. Está llena de tópicos y hay situaciones, diálogos y personajes que me parecen obvios, predecibles y muy planos. Aun así, se lee rápido y es entretenida. Me recuerda a las pelis de serie B de los sábados por la tarde. Sabes lo que va a pasar nada más empezar y hay escenas de vergüenza ajena, pero te distrae un rato.
Ahora, si yo viviera dentro de un libro feel good, se vería seriamente comprometida mi línea. Todo el día tomando tés, cafés y deliciosos dulces. Se me hace la boca agua cada vez que leo cosas de este tipo. ¿Os pasa también?
Perdonarnos a nosotros mismos y a los demás
Los dos huéspedes de El hostal de las ilusiones están muy dolidos por cosas que sucedieron en el pasado. Una de las cuestiones más importantes y difíciles en la historia es perdonarse a sí mismo y a los demás por determinados comportamientos. De hecho, aprender del pasado y dejarlo ir es algo que siempre nos resulta muy complicado.
Una de las razones por las que me gusta leer es aprender sobre la psicología de los personajes y la psicología en general. En este caso, esta afición me ha llevado a reflexionar sobre una serie de tips (sin ánimo de sentar bases teóricas de ningún tipo) para que los fallos del pasado me sirvan como aprendizaje y afrontar mejor el futuro:
- Tengo que ser consciente de lo que me está pasando, analizarlo, reflexionarlo, aceptarlo, aprender de ello y dejarlo ir siendo consciente de que en el presente y futuro tengo una lección que poner en práctica si vuelven a aparecer las mismas situaciones.
- Siempre me gusta hablar las cosas. Si el problema es algo conmigo misma, me apoyo en gente cercana y si es con alguien en concreto, me gusta abrirme y decirlo. He aprendido que las cosas enquistadas se hacen cada vez más grandes y que no hablar sobre algo no hace que ese algo desaparezca. Mejor aclararlo.
- Procuro ser parte activa, es decir, cuando nos victimizamos somos sujetos pasivos pero a mí me gusta más que las cosas dependan de mí, es decir, ser yo la parte activa, la que plantee alternativas y soluciones. Soy yo la responsable de mi vida y así quiero que siga siendo, para lo bueno y para lo malo.
- Tendemos a que nos atormente el pasado y nos preocupe el futuro. De esta manera, nos olvidamos del presente y vivimos regocijándonos en el dolor de lo que pasó o en la ansiedad de lo que está por venir. Mejor vivimos ahora y sentimos ahora.
- Cuando estemos enfadados con alguien, es importante empatizar y mirar las cosas desde su punto de vista. Desde que leí El gran Gatsby llevo conmigo el consejo que el señor Carraway le dio a su hijo cuando aún era un joven: “antes de criticar a nadie recuerda que todo el mundo no ha tenido las ventajas que has tenido tú”. Perdonar a los demás es quitarte un peso de encima tú mismo. Y si al que tienes que perdonar es a ti, doble peso que te quitas. Vale la pena al menos intentarlo.
27/09/2019
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