El despertar de la señorita Prim, de Natalia Sanmartín Fenollera

Fue la tarea del mes de diciembre del Club de Lectura Parla Este la que me condujo hasta El despertar de la señorita Prim, de Natalia Samartín Fenollera. Lo cierto es que me costó empezar pero los buenos comentarios que iban dejando mis compañeras en el grupo de Whatsapp que compartimos, me animaron: iba a encontrar “algo” en las páginas de ese libro. Y la verdad es que así fue.

Prudencia Prim es una mujer “hipertitulada”, segura de sí misma, independiente y autosuficiente. Un día responde a un anuncio de trabajo que dice lo siguiente: “Se busca espíritu femenino en absoluto subyugado por el mundo. Capaz de ejercer de bibliotecaria para un caballero y sus libros. Con facilidad para convivir con perros y niños. Mejor sin experiencia laboral. Abstenerse tituladas superiores y posgraduadas”.

A pesar de que en el anuncio de empleo se pide a alguien con poca formación y experiencia, la señorita Prim se presenta al puesto y lo consigue. La biblioteca en la que ha de trabajar está situada en una casa particular en un pueblo llamado San Ireneo, que es el protagonista absoluto de esta novela.

San Ireneo es una comunidad compuesta de personas que han llegado allí huyendo de la sociedad que rige el ritmo del mundo. Es gente que huye de los horarios, de los convencionalismos sociales, de la hipertitulación sin razones. Ellos abogan más por la conciliación, el tiempo, la educación de los niños en la familia… El papel de las mujeres tiene un peso primordial, como también la reflexión sobre el matrimonio.

En este ambiente de pueblo pequeño, idílico y utópico, Prudencia Prim empieza a descubrir facetas de la vida en las que antes no se había parado a pensar o simplemente rechazaba. Pero, cuando conoce a Hortensia Oeillet, a Herminia Treumont, a Virginia Pille o a Horacio Delàs, por nombrar algunos, la señorita Prim reflexiona sobre ese nuevo estilo de vida al que ha llegado por casualidad y con el que, sorprendentemente, comienza a compartir algunas cosas.

Lo cierto es que empecé a disfrutar del libro un poco antes de la mitad. Cuando conoces el pueblo, casi que te dan ganas de irte a vivir allí: sus jornadas reducidas, esa manera de educar a los niños, todo el día con el café, el té y los dulces… Sin embargo, en el libro hay mucha reflexión que no llega a ninguna parte, muchos diálogos crípticos y es algo enrevesado. A mi modo de ver, no es necesario dar tantas vueltas a las cosas, aunque parece ser que tanto en esta sociedad en la que vivimos como en San Ireneo, dar vueltas a las cosas importantes es una constante.

La novela tiene algunos toques de realismo mágico e incluso se me vinieron a la mente otros libros que había leído anteriormente como Belfondo, de Jenn Díaz y El regalo, de Eloy Moreno. Tiene pasajes muy bonitos, reflexiones estupendas y propuestas mucho mejores que la de acabar la jornada a las 6 de la tarde. Aun así, a pesar de que mi primera impresión al terminar es que había encontrado un libro muy interesante, esta sensación se ha ido deshinchando con los días. Demasiadas vueltas, demasiada utopía para hablar de lo mismo que nos preocupa a todos, aquí o en San Ireneo, y un final que deja todo un poco en el aire.

Un lugar situado al norte de Francia

En la reunión del Club de Lectura en la que comentamos este libro, no teníamos muy claro dónde ubicar San Ireneo de Arnois. No sé por qué, yo lo situaba en Cataluña. Sin embargo, leyendo una entrevista de la autora, ella dice que se imagina el pueblo en Normandía, al norte de Francia.
“La historia es europea, transcurre en un pueblecito que está al norte de Francia, es un canto a la vieja cultura y tradición europea, al estilo de vida que ha reinado durante siglos en Europa, no se trata de una novela local, y además es fácil identificarse con la historia que se cuenta”.

Dejo el enlace a la entrevista, ya que, gracias a ella, he podido aclarar algunas cosas más como que, por ejemplo, que el Hombre del Sillón, el jefe de Prudencia, no tiene nombre como guiño a Elizabeth von Arnim, que tiene un libro de 1898 que se llama Elizabeth y su jardín alemán en el que se llama al marido, todo el tiempo “el hombre airado”.

4 comentarios

  1. Mónica-serendipia
    19/12/2016

    Me gustó muchísimo esta novela, toda excepto el final. También podría haberle sacado más partido al hombre del sofá y a sus discusiones con la señorita Prim, pero el pueblo es tal como dices, para irse a vivir. Bss

  2. Lo leí en cuanto salió y me gustó bastante aunque con algunas cosillas que se me quedaron flojas. Saludos y gracias por tu reseña 😀

  3. Patricia
    20/12/2016

    Yo también me esperaba otro final y más influencia del pater misterioso que vive en la abadía de San Ireneo. Pero, después de todo, sin saber muy bien por qué, Prudencia entiende "eso" que llevaba buscando un tiempo. Pero yo no logré saber por qué ni cuándo ni cómo.

    ¡Gracias a vosotros por leerme!

  4. Felix Frick
    03/05/2018

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