Si fuésemos pareja, la cocina y yo mantendríamos una relación de amor-odio. Yo la quiero, y mucho. Me encanta comer. También mantengo cierto flirteo con los programas de recetas e incluso con algún que otro reality, lo reconozco. Pero cuando me pongo el mandil y enredo con sartenes y cacerolas y cebollas y carnes y pescados, por no hablar de los postres, he de reconocer que el resultado deja mucho que desear (excepto la lasaña, que me queda genial). Aun así, cuando se me pone por delante un libro cuya temática está relacionada con la cocina, me inquieto y...