Lo tenía ahí desde hacía un tiempo y como es un libro corto me decidí por él. Pero, ¿no os ha pasado alguna vez que un libro que piensas que va a ser relativamente liviano se convierte en un algo pesado? Pues esa sensación es la que he tenido con El Extranjero, de Albert Camus. Es un libro corto, muy corto y con una historia que, sin duda alguna, da que pensar, pero se me ha hecho eterno. Será por la forma en que está escrito, pero al leerlo parecía que estaba en una soporífera tarde de verano.
Este libro es considerado un clásico de la literatura universal y creo que lo es, precisamente, por la manera en que se aborda un tema filosófico como es el nihilismo existencial. Meursault, el protagonista de la novela, tiene un concepto de la existencia bastante indiferente, hasta tal punto que no sufre por haber ingresado a su madre en un asilo, por la muerte de esta o por haber cometido un delito y ser juzgado de muerte.
“Pensé que, al cabo, era un domingo de menos, que mamá estaba ahora enterrada, que iba a volver a mi trabajo y que después de todo, nada había cambiado”.
El señor Meursault siente apego por las cosas que hace normalmente y disfruta con las cosas cotidianas, pero con nada más allá de eso. Hace bien su trabajo, y le tienen bien considerado pero no tiene aspiraciones; goza de su relación sentimental con María, pero podría hacerlo con cualquier otra mujer; está a gusto con unos determinados amigos, pero podrían ser otros.
Tampoco siente pena por ser juzgado y condenado porque piensa que es algo lógico y normal después de cometer un delito. Además, a pesar de la situación en la que se encuentra, no vuelve a Dios porque no cree en él.
Ya veis que nos encontramos ante un personaje peculiar, y esto me gusta, al igual que la reflexión que puedes extraer del conjunto del texto. ¿Por qué el extranjero? Pues porque Meursault no se siente como los demás y, además, es ajeno hasta a sí mismo.