Leer Como agua para chocolate, de Laura Esquivel, era la excusa perfecta para completar la letra E de mi reto de Autores de la A a la Z. Además, se trata de una novelita corta, así que me puse a ello. No tardé ni tres días en leerla y eso, dado mi ritmo de lectura, debido a su vez a mi horario de trabajo, es buena señal.
A pesar de que no he probado ninguna de las recetas con las que inaugura cada capítulo (excepto la del roscón de Reyes, claro), leer esta novela ha sido coser y cantar. Lo que más me ha gustado, sin duda, son las pinceladas de realismo mágico, que le dan un toque especial, dulce, amoroso.
Tita es la menor de tres hermanas. Su madre, Mamá Elena, le ha prohibido casarse con su novio, Pedro, porque la tradición familiar manda que la hija pequeña cuide de su madre hasta que esta se muera. En cambio, ha aceptado que su hermana Rosaura se case con él. A pesar de que, en un primer momento, Tita acepta su destino (no sin muestras de rebeldía), una serie de acontecimientos en la familia provocarán que los lazos entre ambas mujeres se enfríen. Pero cuando Tita es libre por fin para hacer lo que le plazca es demasiado tarde. Su verdadero amor, Pedro, se encuentra ya alejado de ella y el doctor John Brown, su nuevo pretendiente, no despierta en las entrañas de Tita la misma pasión. Pero la vida ha de continuar, y ha de encontrarse a otra persona que te haga sentir lo mismo. O, ¿quizá no?
Las recetas se integran en la novela como perfectos ingredientes. La autora las va añadiendo como si fueran condimentos que maridan con gracia, ligereza y soltura. Lo mismo pasa con las rasgos de realismo mágico. En realidad, como lector, sabes que hay cosas que son imposibles pero serían tan bonitas si pasaran en la realidad que deseas que pasen. Y, en esta novela, pasan. Y Tita llora tanto que las lágrimas inundan una estancia y luego tienen que limpiar todo el desastre; y da de mamar a su sobrino a pesar de que ella no tiene hijos (ni posibilidades de tener leche, claro); y se forma un espectáculo pirotécnico cada vez que se junta con Pedro; y teje una manta que cubre todo el rancho en el que vive. ¿Bonito, verdad?
La expresión “como agua para chocolate”
“Como agua para chocolate” es una expresión mexicana que, según la Real Academia Española, significa estar colérico. En la novela se hace alusión a ella en una ocasión, en el siguiente fragmento: “Por lo que fuera, pero tal parecía que la ira dominaba los pensamientos y las acciones de todos en la casa. Tita estaba literalmente “como agua para chocolate”. Se sentía de lo más irritable”.
Según parece, hace referencia a la temperatura justa que se necesita para derretir el chocolate: “Se pone a la lumbre una tablilla de chocolate con agua. La cantidad de agua debe ser un poco mayor que la que se necesite para llenar el pocillo en que se ha de hervir. Cuando da el primer hervor, se aparta del fuego y se deshace la tablilla perfectamente…”. Por tanto, estar como agua para chocolate es estar “hirviendo”, o sea, furiosa, colérica.
05/11/2015
Pues no pinta mal, lo apunto para más adelante porque tengo muchos pendientes 😀
06/11/2015
Sí, yo también tengo un listado infinito de pendientes. Pero este en concreto es muy cortito y se lee rápido.
¡Un abrazo!
05/11/2015
Es una preciosidad, entrañable y muy muy bonito. Lo recuerdo con mucho cariño, desde que lo leí para selectividad.
Besoooss!!
06/11/2015
A mí también me parece entrañable, sobre todo, la manera en que introduce el realismo mágico.
¡Un abrazo!
08/11/2015
Este libro lo leí hace años, me lo dejó mi novio que se lo mandaron en el colegio y me fascinó, una historia preciosa y original.
Besos =)
10/11/2015
Estoy de acuerdo, preciosa y original.
¡Un abrazo!
14/11/2015
¡Hola!
Sabía que era bueno y lo tenía echado el ojo pero no sabía ni siquiera de que trataba, ahora ya sí gracias a tu reseña y necesito leerlo!!! jajaja
Besos
19/11/2015
Adelante, es un libro precioso!
Un abrazo!
04/09/2019
[…] fue Laura Esquivel la que ocupó la letra “E” de mi lista de autores de la A a la Z con Como agua para chocolate, una novelita corta de la que lo que más me gustó fueron, sin duda, las pinceladas de realismo […]